Capilla de la Universidad Francisco de Vitoria

La nueva capilla de la UFV se compone de dos espacios: uno de planta ovalada cubierto por una gran cúpula blanca y otro con forma de ábside que se eleva por encima cortando a ésta por un extremo. La planta simboliza la tierra donde habitan los hombres, y el ábside simboliza la tienda del Encuentro, donde según el libro del Éxodo habitó el mismo Dios tras la liberación del pueblo elegido.

Concebimos el ábside como imagen de esa Tienda del Encuentro por tratarse del espacio litúrgico en el que se renueva el sacrificio de Cristo que nos ha traído la salvación y ha descorrido todos los velos. Por este motivo está presidido por el altar, donde se celebra el sacrificio, y la cruz, que es el trono de Cristo. El dorado del ábside significa la realeza de Jesús. El oro, tradicional símbolo de la realeza, refleja también la luz que entra por el lucernario de la parte superior, como símbolo de la gloria y la gracia de Dios que desciende al encuentro del hombre.

El lenguaje plástico empleado en esta obra utiliza muy pocos elementos de forma deliberada. Por un lado, el pan de oro, que se coloca lámina a lámina irregularmente, en distintas direcciones formando tramas que buscan imprimir viveza y apariencia orgánica al conjunto y que huyen de una geometría que pudiera resultar demasiado fría.

Por otro lado, las  líneas que marcan cada espacio están formadas por vacíos en los que se deja asomar el yeso de la pared. Tres estrías diagonales marcan la disposición de los panes de oro en la zona que delimitan, a modo de pliegues de un tejido, haciendo referencia a la Tienda del Encuentro y a la vez estructurando la superficie para conseguir enmarcar la cruz que cuelga sobre el altar. La línea circular delimita y enmarca el espacio concéntrico en torno al sagrario, como representación de Jesús, sol de justicia. A su vez esta gran forma circular es una especie de gran custodia, que desde el siglo XVI suele tener forma de disco solar.

El mismo lenguaje se emplea en la capilla del Santísimo, situado en la parte posterior derecha del ábside.  El mural dorado con forma rectangular se ejecuta disponiendo las láminas en torno a una serie de líneas blancas que pretenden dirigir la mirada de los fieles hacia el sagrario. Aunque se trata del reverso del sagrario del ábside, está acabado con un frontal de forma cuadrada, que en el mundo clásico es símbolo de lo terreno y de lo humano y que nos remite a la naturaleza humana de Cristo. 

Del sagrario parten los brazos de una cruz en la que está escrito IC, XC, Alfa y Omega, signo de Jesús, Cristo, Principio y Fin. Los brazos de esta cruz se extienden a lo largo y ancho del muro. El brazo izquierdo se prolonga sobre el lateral, conectando la capilla del Santísimo con el ábside. El derecho se prolonga hacia la sacristía contigua. 

Así se simboliza la universalidad del sacrificio de Cristo, que abarca todo y redime a la creación entera. Por último, el sagrario está enmarcado por tres círculos concéntricos que siguen recordando a Jesús como sol y son signo de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.